En “Los pecados de mi padre”, el cineasta argentino Nicolás Entel cuenta la vida de Sebastián, el hijo del capo narco colombiano, en el que el protagonista intenta generar un mensaje de paz. El film fue estrenado en la competencia latinoamericana del festival de Cine Internacional de Mar del Plata.
Adrián Mouján
«Mi padre fue un gran maestro de lo que no hay que hacer», dijo Sebastián, cuyo verdadero nombre es Juan Pablo Escobar Gaviria que se encuentra radicado desde hace 10 años en la Argentina, junto a su hermana y a su madre, dejando de lado el camino delictivo y de violencia que recorrió su padre en los `80 y principios de los `90.
«Prefiero recordarlo de niño como quien me enseñó a andar en bicicleta, a montar a caballo, en elefante, a jugar al fútbol», explicó el colombiano de 32 años, a quien el gobierno colombiano le dio una identidad reservada porque los adversarios narcos de su padre amenazaron con matarlo y le pusieron a su cabeza un precio de 4 millones de dólares.
En diálogo con la prensa, Sebastián, que en la Argentina estudió arquitectura y diseño industrial, dijo que «no quiero ni debo seguir el camino de violencia de mi padre, eso lo tuve claro desde aquellos días en que estuvimos juntos en una escondite por un par de días mientras la policía y el ejército colombiano lo buscaban».
«Tengo que proteger a mi familia porque esta situación destruyó nuestras vidas, pero también quiero enviar un pedido de perdón a todas sus víctimas, por el enorme dolor causado por mi padre», agregó.
Y precisamente de eso trata parte del documental de Entel, que muestra a Sebastián acercándose a los hijos de Rodrigo Lara Bonilla y del candidato presidencial Luis Carlos Galán, ambos asesinados por sicarios que siguieron ordenes de Escobar Gaviria entre los años 1984 y 1988, respectivamente.
Luego de contar como fue la vida al lado de su padre, Sebastián escribe un mails a los hijos de Lara Bonilla y de Galán con un pedido de disculpas que hace extensivo a todas las víctimas del narcotráfico en los años 80.
Esa carta es muy bien recibida por Rodrigo (hijo) que decide viajar a la Argentina para entrevistarse con Sebastián, ya que este tiene mucho miedo de volver a Colombia, y se encuentran en una isla del Tigre a superar prejuicios.
«Usted también fue víctima del narcotráfico», le dice un momento álgido de la película Bonilla a Sebastián, tras su enésimo pedido de de disculpas, enmarcando uno de los segmentos más fuertes de la película.
A lo largo de la cinta van pasando testimonios del ex presidente Colombiano Cesar Gaviria, sucesor de Galán al frente del partido Liberal y el hombre que inicio la cacería de Escobar hasta su muerte, y de María Isabel Santos, viuda del capo y madre de Sebastián.
En el medio, Sebastián va delineando el espiral de poder de su padre que llegó a ser diputado, a reformar la Constitución colombiana para no ser extraditado a Estados Unidos, construir barrios enteros en Medellín para gente careciente, comprar jugadores de fútbol para el Deportivo Independiente Medellín o tener un zoo propio en una hacienda con elefantes, jirafas, hipopótamos, tigres, leones y tapires.
«La gente también debe entender que yo me creí en esa locura de excesos y caprichos de mi padre, que fue el hombre más poderosos de Colombia y que soñó con ser presidente a pesar de ser un capo narco», resumió Sebastián.
Otro punto emotivo es el viaje de Sebastián y su madre a Ecuador y de ahí a la frontera con Colombia, al puente de Rumicacha, por el que pasaron caminando con sus nuevas identidades y de allí un viaje a Mozambique donde decidieron probar suerte.
Tras unos pocos días en ese país africano, los Escobar Gaviria regresan a la Argentina, donde había hecho una parada técnica y con su nueva identidad solicitan la residencia permanente ya que estaba interesado por el alto nivel de las Universidades, en educarse en Buenos Aires.
«No hubo privilegios, ni embajadas de por medio; hicimos la cola como cualquier hijo de vecino bajo el frío y la lluvia y cumplimos con todos los requisitos y los tramites hasta conseguir la residencia», detalló Sebastián, quien negó que esa carta se obtuviera -en 1997- por acuerdos entre Estados Unidos, Colombia y el gobierno del ex presidente Carlos Menem.
El cierre de la cinta es cuando Sebastián vuelve a Colombia tras 15 años y a pesar de que en 1993 luego del asesinato de su padre, los rivales narcos de este le ordenaron abandonaron su país y no vincularse jamás al narcotráfico bajo amenaza de matar a su familia y a él.
En Bogotá y luego de superar el miedo, Escobar Gaviria se reúne en un hotel con los hijos de Bonilla y Galán para transmitir personalmente las disculpas y charlar sobre la trágica vida de todos y la dolora situación en Colombia.
La película que estuvo financiada por productores colombianos, españoles, argentinos y franceses, se estrenará en Colombia el 10 de diciembre y Entel aun tiene la esperanza de que Sebastián viaje a su país al estreno, a un evento publico, donde podría ser víctima de un ataque.
Sobre esta situación, Sebastián es muy claro: «Mi único guardaespaldas es Dios, yo tengo 32 años y hace muchísimo tiempo que vivo horas extras».
«Mi idea -agregó- es explicarle a esos chicos colombianos que se han creído esa mentira heroica de ser narco que quieren incorporarse al narcotráfico de que no lo hagan, porque es una locura».
«Yo no soy narco y lo decidí un día escondido por mi padre, cuando teníamos millones de dólares en las manos y no podíamos comprar ni una libre de arroz para comer, porque hacía dos días que no comíamos, porque el ejército y la polícía lo buscaban. Ese día me di cuenta de que el dinero narco no sirve para nada», añadió.
La idea de Entel, Escobar Gaviria e inclusive el propio Rodrigo Bonilla es que el filme lleve a las nuevas generaciones una enseñanza sobre la necesidad de transitar un camino alejado de la violencia, las drogas y las armas.
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