En un fenómeno único que combina fe, tradición y esperanza, la devoción a San Cayetano ha arraigado profundamente en el corazón de los argentinos, superando incluso la popularidad que el santo goza en su tierra natal, Italia. Esta peculiar conexión entre un santo italiano del siglo XVI y la nación sudamericana revela una historia fascinante de adaptación cultural y necesidad social.
San Cayetano, nacido Gaetano de Thiene en Vicenza, Italia, alrededor de 1480, provenía de una familia noble y acaudalada. Sin embargo, tras la muerte de su padre cerca del año 1500, tomó una decisión radical: renunció a su herencia, dejándola en manos de su madre y hermanos. Este acto de desprendimiento marcó el inicio de una vida dedicada al servicio y la reforma espiritual.
Trasladándose a Roma, Cayetano inicialmente se propuso estudiar derecho, pero su camino lo llevó al sacerdocio. Impactado por la opulencia y las luchas de poder dentro de la Iglesia, decidió fundar una orden religiosa dedicada a la renovación espiritual: los Teatinos, nombrados así por su lugar de origen.
La conexión de San Cayetano con Argentina, sin embargo, no se estableció hasta siglos después de su muerte. La clave de esta unión fue una mujer extraordinaria: María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como «Mamá Antula». Esta santiagueña, recientemente canonizada por el Papa Francisco, jugó un papel crucial en la introducción del culto a San Cayetano en el país.
Tras la expulsión de los jesuitas de las colonias españolas, Mamá Antula continuó con la tradición de los retiros espirituales. En una peregrinación épica, caminó desde Santiago del Estero hasta Buenos Aires, donde logró construir una capilla. En este templo, colocó la imagen de un santo italiano poco conocido en ese entonces: San Cayetano. Así, en 1875, llegó al país la primera imagen del santo, convirtiéndose en la más antigua de Argentina.
Con el tiempo, la devoción a San Cayetano se extendió por todo el país, adquiriendo un significado especial en relación con el trabajo y el sustento diario. En la actualidad, es común ver en los hogares argentinos espigas de trigo junto a estampitas del santo, simbolizando la petición por empleo y prosperidad.
La devoción a San Cayetano ha encontrado un hogar especialmente acogedor en Mar del Plata. Esta localidad, conocida por sus playas y su industria pesquera, se transforma cada 7 de agosto en un centro de peregrinación y fe que atrae a miles de devotos de toda la región.
La parroquia de San Cayetano en Mar del Plata, ubicada en Moreno 6770, se ha convertido en un punto focal para la celebración del santo. Inaugurada el 7 de agosto de 1955, la iglesia tiene una historia tan rica como la devoción que alberga. Su ubicación, en un barrio tradicionalmente obrero, refuerza la conexión entre San Cayetano y los trabajadores de la ciudad.
El día de San Cayetano en Mar del Plata es una jornada intensa de fe y esperanza. Desde la medianoche del 6 de agosto, la parroquia abre sus puertas para recibir a los fieles que comienzan a llegar. Las celebraciones se extienden durante toda la madrugada y el día siguiente, con misas programadas para las 6, 8, 11, 19 y 21 horas.
El momento cumbre de las festividades ocurre a las 15 horas, cuando se lleva a cabo la concentración principal. Esta incluye una procesión por las calles aledañas a la parroquia, donde la imagen del santo es llevada en andas por los fieles. La procesión culmina con una misa central, tradicionalmente presidida por una autoridad eclesiástica de alto rango. Este año, por ejemplo, la celebración estará encabezada por el administrador del Obispado, Ernesto Giobando.
La devoción marplatense a San Cayetano trasciende los límites del templo. Las calles circundantes se llenan de puestos de venta de estampitas, velas, y otros artículos religiosos. También es común encontrar puestos de comida, convirtiendo la celebración en una verdadera fiesta popular que combina lo sagrado con lo profano.
El Padre Juan Pablo Cayrol, párroco de San Cayetano en Mar del Plata, destaca la importancia de esta celebración para la comunidad local. «En Mar del Plata, San Cayetano no es solo un santo más, es parte de nuestra identidad», afirma. «Cada año vemos cómo personas de todas las edades y condiciones sociales se acercan a pedir por trabajo, salud y bienestar».
La devoción a San Cayetano en Mar del Plata refleja también la realidad socioeconómica de la ciudad. Como centro turístico, Mar del Plata experimenta una marcada estacionalidad en su economía, con períodos de alta actividad durante el verano y momentos de menor movimiento en el invierno. Esta fluctuación en el empleo hace que muchos marplatenses se identifiquen especialmente con San Cayetano como patrono del trabajo.
Además, la importante comunidad pesquera de la ciudad encuentra en San Cayetano un protector para sus labores. Aunque tradicionalmente los pescadores tienen a San Pedro como patrono, en Mar del Plata es común ver a trabajadores del puerto acercarse a la parroquia de San Cayetano para pedir por una buena pesca y seguridad en el mar.
La celebración de San Cayetano en Mar del Plata también tiene un impacto significativo en la economía local. El flujo de peregrinos que llegan desde otras ciudades de la provincia de Buenos Aires y más allá, genera un movimiento turístico fuera de temporada, beneficiando a hoteles, restaurantes y comercios de la zona.
En los últimos años, la parroquia de San Cayetano en Mar del Plata ha ampliado su labor social, estableciendo comedores y centros de ayuda para los más necesitados. Estas iniciativas reflejan el espíritu de servicio y entrega que caracterizó la vida del santo italiano, adaptado a las necesidades de la comunidad marplatense contemporánea.
La devoción a San Cayetano en Mar del Plata es un ejemplo vivo de cómo las tradiciones religiosas pueden arraigarse y evolucionar en nuevos contextos. En esta ciudad costera, el santo italiano del siglo XVI se ha convertido en un símbolo de esperanza y solidaridad, un faro espiritual que guía a los marplatenses en sus luchas cotidianas y sus aspiraciones de una vida mejor.
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