El exfutbolista y exentrenador Alejandro Sabella, DT del seleccionado argentino subcampeón del mundo en Brasil 2014, falleció hoy a los 66 años en la clínica del barrio porteño de Belgrano donde estaba internado desde el pasado 25 de noviembre por una insuficiencia cardíaca, informaron sus familiares.
«Pachorra» Sabella, valorado en el ambiente no sólo por sus virtudes de jugador y DT sino por su calidad humana, había sido internado en el Instituto Cardiovascular de Buenos Aires el mismo día de la muerte de Diego Armando Maradona, una noticia que, según su entorno, influyó en su descompensación.
«El ICBA Instituto Cardiovascular lamenta informar que el paciente Alejandro Sabella (…) falleció a las 15.30 del día de la fecha como consecuencia de su diagnóstico de cardiopatía dilatada secundaria a enfermedad coronaria y cardiotoxicidad de larga data», comunicó hoy la clínica.
«Las autoridades y el personal del ICBA acompañan a sus familiares y amigos en este doloroso momento», finalizó.
«Pachorra» Sabella, un hombre digno, respetuoso, admirado por propios y extraños; un caballero del deporte y un tipo de fuertes convicciones políticas, arrastraba problemas de salud desde hacía ya varios años.
El 13 de julio del 2014 en el Maracaná dirigió su último partido. Nada menos que la final del mundo en Brasil contra Alemania, que se escapó por muy poco (0-1). Poco tiempo después comenzaron sus problemas de salud.
Primero tuvo complicaciones coronarias que recrudecieron en este último tiempo; luego un cáncer atravesó su vida. Con la pandemia de coronavirus sus apariciones públicas fueron escasas porque era una persona de riesgo.
Las últimas veces en que se mostró fueron en una nota con Télam, en julio del año pasado, para recordar la gesta de la obtención de la Copa Libertadores; después estuvo presente el 9 y 10 de noviembre en las jornadas de la doble inauguración del estadio de Estudiantes y tuvo una nueva presencia pública cuando el «Pincha» presentó a su plantel en el estadio y se paró en el banco para dirigir al equipo del club contra los periodistas.
El 25 de noviembre, día de la muerte de Diego y luego de sentirse mal con una fuerte inflamación en sus piernas, su médico personal aconsejó internarlo en el Instituto Cardiovascular de Buenos Aires, que días después ante una ola de rumores emitió un comunicado y calificó su estado de «pronóstico reservado». Tenía una cardiopatía dilatada secundaria a enfermedad coronaria y cardiotoxicidad.
Los primeros días en la clínica del barrio de Belgrano fueron complejos, difíciles y en las últimas horas llegaron algunas noticias alentadoras: el viernes le había bajado la fiebre y pudo tener contacto con Silvana, su esposa; su hija Alejandra (que le dio la noticia que iba a ser abuelo) y Alejo, el hijo más chico de su último matrimonio, que se había recibido de economista.
Todo volvió a complicarse a última hora del lunes, cuando intentaron quitarle el respirador artificial pero no pudo respirar por sus propios medios y volvieron a asistirlo mecánicamente.
A las 15.30 se conoció la noticia de su fallecimiento. El mundo del fútbol lo llora y «su» Estudiantes de La Plata ya lo tiene en el pedestal celestial de sus dioses.