
Terapeuta holística y especialista en Recursos Humanos, Luján Zambran Maggio transformó su vida tras atravesar una enfermedad física que la llevó a indagar en las raíces emocionales del dolor. Hoy acompaña a otras personas en su camino de autoconocimiento, liberación y reencuentro con el sentir. “No es magia, es biología. Si el cuerpo duele, es porque algo necesita ser dicho.”
El cuerpo como mapa emocional.
El síntoma como mensaje. El dolor como llave hacia una verdad postergada. Luján no pronuncia estas frases como consignas espirituales, sino como verdades encarnadas. Porque antes de convertirse en terapeuta holística, vivió en carne propia lo que hoy transmite a quienes la consultan: la enfermedad como punto de inflexión.
Luján Zambran Maggio no usa su nombre completo por casualidad. Aunque oficialmente figura como Luján Zambran, elige sumar también el apellido de su padre, Maggio, como una forma de honrar su historia y su identidad. “Somos hijos de dos seres. Conforme a la esencia de uno, entonces sí: Luján Zambran Maggio. Terapeuta holística. Simple: lo que soy”, expresa con claridad y sensibilidad.
Su camino hacia la terapia holística comenzó a partir de una experiencia personal. Mientras trabajaba en Recursos Humanos en la empresa GSA BPO, le detectaron quistes mamarios. Fue operada y tratada durante seis meses, pero el resultado no fue el esperado. “Me dijeron que no iban a volver a aparecer, y a los seis meses, en el control, había dos más. Entonces empecé a investigar. Ya venía leyendo a Corbera, y me animé a aplicarlo en mí misma. Trabajé en mi salud y lo logré. Ahí decidí elegir este camino.”
Desde entonces —hace ya cinco años— acompaña a personas en procesos de autoconocimiento, escucha corporal y liberación emocional. Pero insiste: no es una sanadora. “No me gusta usar la palabra ‘sanar’, porque le ponemos mucha carga. Yo no sano a nadie. Soy el hilo conductor para liberar un hábito aprendido que en algún momento quedó enquistado emocionalmente”, explica.
“Tenía quistes en las mamas. Me operaron, pero a los seis meses tenía otros dos. Y ahí dije: ‘Esto no puede ser solo físico. Hay algo más’”, recuerda. Ese momento marcó el inicio de un camino de búsqueda, que comenzó leyendo a Enric Corbera, Bruce Lipton y el Dr. Ryke Geerd Hamer, y que hoy continúa desde una práctica profesional que entrelaza cuerpo, emoción, memoria celular y herencia transgeneracional.
De los Recursos Humanos al alma humana
Antes de dedicarse a la terapia, Luján trabajó durante más de 15 años en áreas de Recursos Humanos. “Me encantaba el contacto con la gente. Pero muchas veces sentía que faltaba algo. Era como si habláramos de personas, pero desde la cabeza. Faltaba alma.”
El cambio de rumbo no fue inmediato. “La decisión de dejar el mundo corporativo no fue fácil. Era mi zona de confort. Pero llegó un punto donde mi cuerpo me lo pedía. No me enfermaba gravemente, pero vivía con síntomas: insomnio, contracturas, ansiedad. Y decidí escuchar.”
Hoy, desde su espacio de acompañamiento emocional, ayuda a otras personas a hacer ese mismo giro. “No hay que esperar a que el cuerpo grite. El síntoma es una alarma, no un enemigo. Cuando lo escuchás, empezás a recuperar partes de vos que estaban silenciadas.”
El cuerpo, un sabio a veces ignorado
“El cuerpo no miente. Cuando el cuerpo habla, es porque la mente no pudo. Es simple: si hay un síntoma físico, hay una emoción atrapada”, afirma con firmeza. Para ella, muchas veces se trata de vivencias no procesadas o emociones heredadas. “Lo que no resolvieron nuestros padres o abuelos, a veces lo expresamos nosotros. Pero no como castigo, sino como oportunidad de reparación.”
Luján trabaja desde lo que llama “memoria emocional”. “Cada órgano, cada parte del cuerpo, tiene una función biológica. Y también una función simbólica. Por ejemplo, los pechos tienen que ver con la nutrición, con la maternidad, con el dar. Si aparecen quistes, hay algo retenido ahí: una sobreprotección, un exceso de cuidado hacia otros, una autoexigencia materna que muchas veces ni siquiera es consciente.”
Ella misma lo vivió. “Me di cuenta de que estaba tratando de cuidar a todo el mundo, incluso a nivel laboral. Era como si tuviera que sostener todo. Y eso, biológicamente, estaba yendo al pecho.”
Acompañar sin invadir
Luján aclara que no es sanadora ni pretende serlo. “No me gusta la palabra ‘sanar’. Yo acompaño. Acompaño a mirar, a sentir, a descubrir desde dónde estamos repitiendo un patrón, cargando una emoción ajena o actuando en automático.”
Su enfoque es integrador, no excluyente. “No reemplazo a los médicos. Trabajo en paralelo. La medicina tradicional es fundamental. Pero también es importante ver qué hay detrás del síntoma. ¿Qué estoy necesitando decir? ¿Qué no me permito sentir?”
Sus herramientas principales son el diálogo consciente, la respiración, el trabajo con el árbol genealógico y el cuerpo como canal de memoria. “Una emoción atrapada puede estar generando un síntoma físico. Si la nombrás, si la liberás, muchas veces el cuerpo responde.”
El peso invisible de lo heredado
Uno de los aspectos que más trabaja es el vínculo con la historia familiar. “El transgeneracional no es algo esotérico. Es pura biología. Cuando una mamá está embarazada, el bebé recibe no solo nutrientes, sino emociones, creencias, temores. Y muchas veces vivimos con cargas que ni siquiera son nuestras.”
Ella misma resignificó su historia al sumar el apellido paterno que no usaba. “Durante años me llamé solo Luján Maggio. Recién de grande integré el Zambran. Y no fue casual. Fue un proceso. Un acto simbólico. Ponerle nombre a la historia es una forma de asumirla.”
Para Luján, lo esencial es distinguir qué emociones nos pertenecen y cuáles estamos sosteniendo por lealtad inconsciente. “Cuando alguien puede decir ‘esto no es mío’, se alivia. Es como soltar una mochila invisible.”
Lo grupal como red de contención
Aunque sus sesiones suelen ser individuales, en los últimos tiempos está volviendo al trabajo grupal. “Vengo del mundo organizacional, donde todo era en grupo. Extraño esa energía. Por eso estoy abriendo talleres. Hay algo muy poderoso en sanar en comunidad.”
También realiza procesos online, incluso con personas de otros países. “La pantalla no impide el vínculo. Cuando hay intención, la conexión emocional se da igual. Porque lo que nos ayuda es el sentir, no el formato.”
Una invitación a sentir
En su mirada, estamos viviendo una transición profunda. “La pandemia nos frenó, nos obligó a mirar hacia adentro. Hoy muchas personas están despertando. Se están preguntando quiénes son, qué quieren, qué sienten. Y eso es maravilloso, aunque también da miedo.”
¿El mayor aprendizaje de su recorrido?
“Que no hay que tenerle miedo al dolor. El dolor no es el enemigo. Es el mensajero. Si lo escuchás, te lleva a un lugar de mayor verdad.”
Contacto Luján Zambran Maggio: Whatsapp +54 9 2236 20-4304 – Instagram: @lzm.biodecodificacion
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