
Mar del Plata, enero de 1972. Una sombra de misterio y horror se cierne sobre esta ciudad costera cuando salen a la luz los escalofriantes detalles de un caso que conmocionó a toda la sociedad. Blanca Escrimini, una mujer aparentemente común y corriente, es acusada de intentar envenenar a su esposo, Víctor Flaché, durante un prolongado período de tres años. Lo que parecía una enfermedad inexplicable que aquejaba a Víctor, finalmente se revela como un macabro plan maquinado por su propia esposa.
La historia se desarrolla en un contexto muy distinto al actual, donde la violencia machista era minimizada y los indicios de abuso no eran tomados en serio. Blanca, tras su detención, se convierte en el blanco de una sociedad que la señala como «la cínica envenenadora» y «la esposa diabólica». Los primeros datos de la investigación apuntaban a que había suministrado a su marido diversas dosis de raticida, dejándolo ciego, mudo y paralítico. Una agonía lenta y despiadada que culminaría con su fallecimiento en 1975.
El caso toma un giro aún más oscuro cuando se revelan los posibles motivos detrás de este espeluznante acto. Se afirma que Blanca sufrió constantes golpes y maltratos verbales por parte de Víctor, lo que la llevó a defenderse utilizando métodos extremos. Sin embargo, la sociedad, atrapada en prejuicios arraigados, se niega a reconocerla como una víctima de violencia machista y la condena de forma rotunda.
El juicio que se lleva a cabo es un reflejo de la época y sus paradigmas. A pesar de las declaraciones de Blanca sobre la violencia que sufrió, la evidencia abrumadora del envenenamiento inclina la balanza en su contra. Finalmente, es condenada a 16 años de prisión por tentativa de homicidio calificado.
Este escalofriante caso se convierte en un hito de la crónica policial argentina, dejando una marca imborrable en la memoria colectiva de Mar del Plata. La historia de Blanca Escrimini, la envenenadora, pone en evidencia las complejas dinámicas de poder y violencia que subyacen en las relaciones de pareja, incluso en una época en la que el tema era tabú y pasaba desapercibido.
Después de cumplir su condena, Blanca desaparece en el anonimato, sumiéndose en el silencio y dejando una serie de interrogantes sin respuesta. ¿Fue ella realmente una «cínica envenenadora» o una víctima desesperada de la violencia machista? El caso de Blanca Escrimini sigue siendo objeto de debate y reflexión, recordándonos la importancia de escuchar y comprender las diversas aristas que componen la compleja realidad de la violencia de género.
NMDQ Foto:Gastón Covelli