
La repitencia es solo la manifestación visible de problemas más profundos dentro del sistema educativo.
La eliminación de la repitencia en los colegios secundarios de la Provincia de Buenos Aires ha generado un importante debate en la comunidad educativa y la sociedad en general. Este es un tema que necesita un análisis profundo y comprometido, más allá de las posturas ideológicas o intereses particulares. La escuela debe ser un espacio de inclusión y oportunidades para todos los estudiantes, independientemente de su estricto rendimiento académico. Es necesario discutir cuestiones clave como la calidad de la enseñanza, los recursos disponibles, la formación docente y el acompañamiento a los estudiantes con dificultades. Solo a partir de un debate informado y constructivo podremos encontrar soluciones que garanticen una educación de excelencia y que forme ciudadanos críticos y responsables.
Durante demasiado tiempo, la repetición de grado ha sido vista como una solución de sentido común para los estudiantes que luchan en la escuela. La lógica subyacente es que dar a estos niños otra oportunidad de revisar el mismo material los ayudará a «recuperarse» antes de avanzar. Sin embargo, a medida que se acumula más investigación, queda claro que esta suposición está profundamente desconectada de la realidad. De hecho, obligar a los estudiantes a repetir un grado no solo no los ayuda, sino que puede infligir un daño duradero en su trayectoria académica y bienestar emocional.
Un artículo de vertiente reciente de Lucía Gardel titulado «Repitencia escolar: por qué se debe poner más foco en la calidad educativa» arroja luz sobre este problemático tema en Argentina. Gardel cita varios estudios que muestran que, en lugar de nivelar el campo de juego, la repetición de grado en realidad tiende a exacerbar las brechas de rendimiento existentes. Los estudiantes que repiten típicamente continúan rezagándose con respecto a sus compañeros de la misma edad en cursos posteriores, a menudo cayendo aún más detrás.
Lejos de ser una «segunda oportunidad», la repetición de grado parece ser un callejón sin salida académico para muchos estudiantes. Como señala Gardel, «hay poca evidencia que sugiera que repetir un grado ayuda a los estudiantes a recuperar el material perdido. De hecho, puede dificultarles aún más el éxito». En lugar de ponerse al día, son empujados aún más hacia el rezago.
Pero los daños de la repetición de grado van mucho más allá del rendimiento académico. También puede tener consecuencias emocionales y psicológicas devastadoras. Al ser separados de sus compañeros y etiquetados efectivamente como «fracasados», los estudiantes que repiten a menudo experimentan una intensa vergüenza y estigma. Como señala Gardel, esto «puede afectar negativamente su autoestima y motivación», dejando cicatrices duraderas.
Estos hallazgos sombríos resuenan con las ideas expresadas por el experto en educación Sir Ken Robinson en sus emblemáticas charlas TED. Robinson criticó el enfoque de «fabricación» actual de la educación, que intenta obligar a todos los estudiantes a un molde singular y estandarizado. En cambio, hizo un apasionado llamado a «reconstruir nuestra concepción de la riqueza de la capacidad humana».
«Nuestra educación nos aleja de nuestros talentos naturales», lamentó Robinson. «Los recursos humanos son como los recursos naturales; a menudo están enterrados y tienes que ir a buscarlos». En lugar de castigar y desalentar a los estudiantes que no se ajustan a una noción estrecha de «habilidad académica», Robinson instó a nutrir las capacidades únicas e innatas de cada niño.
Esto requeriría abandonar prácticas anticuadas y dañinas como la repetición de grado y adoptar enfoques más centrados en el estudiante. Como alternativa, Gardel destaca muchas técnicas comprobadas que son mucho más efectivas para abordar las luchas de aprendizaje, desde la tutoría individual hasta la instrucción en grupos pequeños. En lugar de meramente cubrir el mismo material una vez más, estos métodos brindan a los estudiantes el apoyo específico y enfocado que necesitan para dominar los conceptos y mantenerse al día.
Aún más prometedor es el potencial de las intervenciones preventivas tempranas para abordar las deficiencias antes de que se arraiguen. Un enfoque en desarrollar sólidas habilidades fundamentales a través de una educación de alta calidad en la primera infancia, combinado con un desarrollo profesional docente integral, puede reducir drásticamente la necesidad de represión más adelante. Al fortalecer los cimientos desde el principio, muchos menos estudiantes se quedarán rezagados en absoluto.
La evidencia es aplastante: la repetición de grado no funciona. No solo no remedia las deficiencias académicas, sino que las exacerba, al tiempo que inflige cicatrices psicológicas duraderas. Es una reliquia de una era pasada de políticas educativas deficientes, simplistas y centradas en castigar en lugar de apoyar.
En el mundo de hoy, con nuestra comprensión cada vez mayor de la tremenda diversidad de la capacidad y el potencial humanos, necesitamos evolucionar hacia un paradigma educativo más humano y compasivo. Uno que celebre las fortalezas únicas de cada estudiante y brinde las herramientas y el respaldo personalizados para ayudarlos a prosperar.
Como enfatizó Sir Ken Robinson: «Nuestra tarea es educar su ser completo para que puedan enfrentar este futuro». Ya no podemos permitirnos encasillar y desaprovechar las mentes jóvenes con enfoques obsoletos como la repetición de grado. En cambio, debemos nutrir el fuego de la curiosidad y el descubrimiento que arde dentro de cada niño.
Desmantelar por completo la práctica dañina de la repetición de grado será un desafío que requerirá voluntad política, recursos y un cambio fundamental en la mentalidad. Pero al invertir en enfoques innovadores, preventivos y centrados en el niño, podemos desbloquear el potencial ilimitado de las mentes jóvenes y construir un sistema educativo verdaderamente equitativo y transformador para el siglo XXI.
Ignorar este imperativo sería condenar a generaciones futuras de estudiantes al mismo círculo vicioso de fracaso y desaliento que ha persistido durante demasiado tiempo. En un momento de creciente disrupción e incertidumbre global, simplemente no podemos permitirnos tal desperdicio de talento humano. Es hora de dar un paso audaz hacia un nuevo amanecer educativo, uno guiado por la compasión, el descubrimiento y la celebración del maravilloso caleidoscopio del potencial humano.
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