Las sociedades humanas, se crean y crecen a través de la sociabilización de los seres que la componen; la escuela después de la familia, es una de las instituciones sociales más importante dentro de la organización de un Estado.
Más allá del proceso de circulación de los saberes que se produce en el ámbito educativo, allí también se crean, crecen y fortalecen lazos afectivos y sociales entre todos los miembros de la comunidad educativa que son imprescindibles para la concreción de un proceso formativo integral que va más allá de lo meramente intelectual, abarcando todos los aspectos de desarrollo de la persona, tanto morales, como sociales y espirituales.
Hoy la realidad nos interpela, y por más esfuerzo docente que exista, la virtualidad no es suficiente para garantizar que la escuela cumpla acabadamente con su rol que es educativo, pero también socio comunitario.
El año de pandemia de Covid-19 que conllevó al ASPO tuvo consecuencias devastadoras en torno a la educación, afectando de manera considerable la continuidad pedagógica y el bienestar de los estudiantes. De esta manera, 1 de cada 4 estudiantes de barrios populares interrumpió su escolaridad durante el 2020, profundizando la desigualdad existente dado que los niños de contextos más desfavorecidos experimentaron mayores pérdidas de aprendizaje. Así se manifiesta en el último informe del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) el cual señala que solo uno de cada diez hogares bajo la línea de pobreza, pudo conectarse con la escuela.
En este sentido es inevitable reparar en la idea de que, dentro de la escuela, se detectan y abordan problemáticas mucho más difíciles de identificar a través de la virtualidad como ocurre con el abuso o maltrato infantil. Si a ello le anexamos que los agentes que más reportan situaciones de violencia intrafamiliar son los maestros, estaríamos en condiciones de afirmar que la virtualidad impide la visibilización de tales problemáticas.
Uno de los argumentos que fundamenta el cierre de las escuelas es que se reduce la circulación de personas y por lo tanto del virus, sin embargo estudios disponibles dan cuenta que la proliferación del virus y los contagios por Covid-19 no se producen en el ámbito escolar, máxime cuando la actividad educativa se desarrolla en el marco de aplicación de estrictos protocolos. En General Pueyrredón en lo que a la educación municipal se refiere, las estadísticas indican que de las más de 1600 burbujas existentes solo 46 fueron aisladas en marzo. En lo atinente a la educación provincial, de las más de 7000 burbujas que funcionan en el distrito, solo 44 fueron aisladas en lo que va de abril. Cabe resaltar que en muchos casos el aislamiento fue preventivo sin que se hubieran producido contagios. Según lo expresado, entendemos que cerrar las escuelas debería ser una medida de último recurso.
La no presencialidad afecta de cuajo el pleno ejercicio del derecho a la educación en todas sus dimensiones, pero somos conscientes que la continuidad de las clases presenciales requiere del diálogo permanente y del consenso de los distintos sectores, debiendo trascender las posturas partidarias y unificar a la sociedad priorizando a aquellos que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad. No es una postura inflexible, lógicamente que deberá adecuarse a la realidad epidemiológica pero siendo conscientes que la escuela debe ser la última institución en cerrarse y la primera en abrirse.
En ese orden de ideas consideramos acertadas y acompañamos las medidas adoptadas por el jefe de gobierno de CABA, Horacio Rodríguez Larreta, sintetizadas en los siguientes puntos:
En el mundo, todos los expertos y expertas han enfatizado la importancia de la presencialidad.
En una sociedad como la nuestra con un altísimo índice de pobreza, no podemos darnos el lujo de no trabajar juntos por la educación.
Cerrar las escuelas causa daño a todos los miembros de la comunidad educativa, en forma particular a los alumnos, que por un lado se ven impedidos de socializar con compañeros y amigos que forman parte de su vida, y por otro no siempre cuentan con los medios tecnológicos para poder conectarse.
No se trata de elegir entre la educación o la salud de los chicos y sus familias. Se trata de aprender a convivir con el virus cuidando el bienestar integral.
Cada paso hacia la presencialidad se sustenta en evidencia acreditada por datos contundentes y se desarrolla sobre la base del cuidado de las personas.
Lo importante es mantener la calma y seguir cumpliendo con cada uno de los protocolos.
Que los niños vuelvan a la escuela de manera presencial, es la garantía del respeto a la igualdad de derechos que debemos exigir a nuestros gobernantes porque: «El aula más peligrosa de todas es la que está cerrada».