
Por Marcelo Pérez Pelaéz (con asistencia de Qwen).
En un avance que podría transformar la relación entre humanos y animales, científicos de todo el mundo están utilizando la inteligencia artificial (IA) para interpretar las emociones de especies no humanas. Investigadores han logrado entrenar sistemas de IA capaces de detectar estados emocionales como el dolor en animales, empleando ovejas como modelo de estudio. Este desarrollo promete no solo mejorar el bienestar animal sino también profundizar nuestra comprensión del mundo emocional de otras especies.
La tecnología detrás del «traductor» emocional
La clave de estos avances reside en el análisis de imágenes y vocalizaciones para identificar patrones asociados a emociones específicas. Por ejemplo, un equipo de científicos británicos y escoceses desarrolló un programa que puede leer sentimientos en animales al procesar miles de fotografías. Este sistema utiliza algoritmos de aprendizaje automático para reconocer gestos faciales, como arrugas en la frente o contracciones de los ojos, que revelan estrés, dolor o calma.
En paralelo, proyectos como Intellipig, liderados por investigadores de la Universidad del Oeste de Inglaterra, demuestran cómo la IA puede reconocer estados emocionales en cerdos mediante el análisis de su comportamiento y vocalizaciones. Estos sistemas combinan datos visuales con registros acústicos para generar perfiles emocionales detallados, algo impensable hace solo unos años.
Recopilación de datos: la base del éxito
Para entrenar estos modelos de IA, los investigadores recopilan grandes volúmenes de datos visuales y acústicos. En el caso de los perros, por ejemplo, se analizaron los ladridos y gruñidos de decenas de canes para identificar patrones vinculados a emociones como alegría, ansiedad o frustración. Estos registros, procesados con algoritmos complejos, permiten asociar frecuencias sonoras específicas con estados anímicos.
En el caso de ungulados como ovejas y vacas, se estudiaron vocalizaciones asociadas a distintos estados emocionales. Algunos estudios destacan que ciertos sonidos emitidos por estos animales podrían funcionar como un «traductor universal» de sus sentimientos, facilitando su monitoreo en entornos agrícolas. Además, se utilizan cámaras de alta resolución para capturar microexpresiones faciales, como las observadas en ovejas durante situaciones de dolor.
Aplicaciones prácticas y beneficios
Las aplicaciones de esta tecnología son múltiples. En la industria ganadera, por ejemplo, sistemas de IA podrían alertar a los agricultores sobre animales estresados o enfermos, permitiendo intervenciones tempranas que mejoren su bienestar. En zoológicos, ayudaría a diseñar entornos más enriquecedores para especies en cautiverio, adaptados a sus necesidades emocionales.
También hay beneficios para las mascotas. Proyectos recientes utilizan IA para analizar comportamientos caninos, como el rascado excesivo, y vincularlos con patologías físicas o emocionales. Incluso, estudios han revelado que palabras como «paseo» generan respuestas emocionales positivas en los perros, detectables mediante cambios en su tono de ladrido.
Limitaciones y desafíos éticos
A pesar de su potencial, expertos advierten que la IA no reemplaza la observación directa, sino que la complementa. La tecnología ofrece herramientas objetivas, pero no debe subestimarse el conocimiento de etólogos y veterinarios. Además, existen desafíos técnicos: los algoritmos deben adaptarse a las diferencias culturales entre especies. Un gesto de calma en un perro, por ejemplo, podría ser señal de alerta en un felino.
Surgen también interrogantes éticos: ¿Podría esta tecnología ser utilizada para manipular emociones animales en beneficio humano? Organizaciones de derechos animales han llamado a establecer regulaciones claras para evitar usos indebidos.
Hacia una comunicación interspecies
Algunos investigadores proponen que estos avances son el primer paso hacia una comunicación más fluida entre humanos y animales. Proyectos que utilizan IA para identificar sonidos de aves y ranas con fines de conservación demuestran cómo la tecnología puede ampliar nuestra conexión con la biodiversidad.
En el futuro, no sería descabellado imaginar dispositivos portátiles que traduzcan en tiempo real los ladridos de un perro o los maullidos de un gato a emociones humanamente comprensibles. Según algunos científicos, estamos ante una nueva era de empatía tecnológica.
La inteligencia artificial se posiciona como una herramienta revolucionaria para descifrar el complejo mundo emocional de los animales. Desde mejorar condiciones de vida en granjas hasta contribuir a la conservación de especies, sus aplicaciones son vastas. Sin embargo, su éxito dependerá de un equilibrio entre innovación, ética y respeto hacia las otras formas de vida que nos rodean. ¿Será esta la puerta hacia una convivencia más armoniosa entre humanos y animales? Solo el tiempo y la ciencia lo dirán.
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