El fin de una era en «Álbum para la juventud», único filme argentino en Competencia Internacional

(Por Agustín Argento, enviado especial).- Malena Solarz encaró su primera película como directora en soledad con «Álbum para la juventud», una cinta que retrata con ternura y simpleza ese salto al vacío que significa terminar el secundario y pasar al mundo adulto en la clase media, y que se transformó en la única cinta argentina en la Competencia Internacional del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que cursa su 36ta. edición en la ciudad balnearia hasta el próximo 28 de noviembre.

«Esa edad suele tener la presión de tener que decidir sobre el futuro, y me gustaba la posibilidad que me daba la película de observarlos en presente, sin padres cerca, profundizando en tareas que les generan curiosidad», comentó a Télam la realizadora que cuenta con una película colectiva («A propósito de Buenos Aires») y un largo y un corto en codirección con Nicolás Zukerfeld.

«Nunca concebí esta película en codirección. No hay un motivo concreto, como no lo hay en nadie que decida hacer algo por su cuenta. Simplemente escribí el guion, que además tiene muchos elementos de mi vida personal», explicó la directora, quien por estos días se encuentra en «la Feliz» para presentar el filme.

Solarz sigue los días en los que cuatro adolescentes tienen que terminar de rendir las materias que le quedan de quinto año. Algunos ya lo hicieron y se preparan para el CBC, otros dejaron varias para marzo, pero todos tienen inquietudes muy propias que los invitan a romper las barreras hacia el mundo adulto.

Sin juzgar a sus personajes, la directora creó la cinta escena por escena, de forma cronológica, para ver hacia dónde se dirigían. Hay un halo de ternura en ellos que se adivina en la inocencia que se va perdiendo, entre charlas, asados, bebidas y la grata soledad que llega cuando los padres están de vacaciones.

«Es una forma de narrar que me sale naturalmente y con la que me identifico. Me gusta la idea de no pedirle a las escenas o a los personajes que sean fichitas que nos lleven a determinado punto, sino que sean lo que sean y que en todo caso la película los acompañe, hasta donde lo considere atractivo», propuso la realizadora.

A medida que escribía Solarz se acercaba cada vez más a los personajes, relacionándolos con elementos que eran parte de su vida. «El propio taller de escritura al que yo iba -ejemplificó-, las clases de piano de mi infancia, la casa de mis padres, un colegio en el que doy clases, los hermanos mayores…».

Télam: ¿Qué te atrae de ese período de la postadolescencia?

Malena Solarz: La edad de los personajes no fue un punto de partida, digamos, conceptual o teórico. No tenía la intención de hablar sobre ese período de la vida ni de utilizar las bases de esa especie de formato que suele llamarse «coming of age».

No buscaba que los personajes aprendieran grandes lecciones de vida ni tuvieran características prototípicas de los adolescentes en las películas (la rebeldía, las pulsiones, el juego con los límites, etcétera.). Más bien quería jugar con estos personajes un poco anacrónicos, tal vez, que tienen algunas características particulares: una cierta calma, una cierta atención a lo que los rodea.

T: De entre los personajes de la película, Pedro va a un taller de escritura y Sol estudia piano. ¿Qué creés que aporta el arte/la cultura en esa etapa en la que se empieza a descubrir el mundo adulto?

MS: Bueno, depende mucho de un montón de factores. Más allá del arte o la cultura incluso, creo que cualquier actividad que un adolescente pueda sentir como propia (es decir, no impuesta por las necesidades externas), tiene el potencial de volverse algo muy importante. Supongo que esto pasa también en la adultez, pero es cierto que sobre ese momento entre el secundario y algo que viene después, hay gente a la que le cuesta tomar sus intereses o actividades como propios.

T: ¿Por qué decidiste contar la historia sin un conflicto y acompañando esos días de los personajes?

MS: No fue una decisión tan consciente, sinceramente. Obviamente me gustan también las películas con trama, conflicto, etc., pero esta película empezó a tomar este camino y yo lo seguí. Creo que también ayudó un poco a eso la manera en la que trabajábamos en el taller: entregar escenas todas las semanas, sin una hoja de ruta declarada de hacia dónde iba cada palabra que escribía.

T: No son ni adultos ni adolescentes, están en el medio. La escena en la que Pedro está medio perdido en la Facultad de Sociales eso queda muy claro. ¿Cuánto de inocencia creés que todavía queda a esa edad?

MS: No podría responder eso en general porque no tengo un panorama tan claro sobre esa edad, ni tampoco quise investigar sociológicamente. Podría decirte que los personajes de la película sí están pasando de una institución a otras, pero no sé si los veo tan perdidos. En un punto, veo que tienen bastante claros varios de sus intereses, aunque los hagan en secreto o en soledad. Supongo que uno, desde la adultez, ve inocencia en ellos porque sabe que les falta todavía vivir muchas cosas, pero creo que son personajes que tienen zonas más maduras y otras más inmaduras, o zonas en las que se sienten más seguros y otras en las que se los ve más dudosos. Cuidan de sus compañeros de colegio, pero también quieren pasar tiempo con los adultos jóvenes, se ocupan de tareas de la casa pero dependen económicamente de sus padres, por ejemplo.

T: ¿Cómo fue el desafío de encarar tu primer filme en soledad en la dirección?

MS: El desafío fue grande, como con todas las películas que no tienen una infraestructura enorme detrás. Cecilia Pisano fue la productora y nos fuimos dando cuenta de que teníamos una manera de trabajar muy similar, con paciencia y perfil bajo, pero intentando que la película no se cayera ante cualquier dificultad.