Mientras esperamos que nos confirmen que somos alrededor de 46 millones de habitantes, el fastidio social con la política sube sin prisa, pero sin pausa. Eso afecta no solo al oficialismo de turno, sino al statu quo político, que en este caso lo compone también Juntos por el Cambio. Ambos han sido los protagonistas de los últimos 7 años de la historia nacional, con los resultados a la vista.
Tanta preocupación hay, que el ex presidente Macri ha salido a pedirle a su tropa que sigan representando el cambio que desea la gran mayoría de los argentinos, y no se mezclen con sus socios radicales. Claro, para representar “el cambio” hace falta hacer cosas de manera distinta, lo que no está sucediendo en la oposición. Se supone que JxC debería estar en la platea mirando el espectáculo del conflicto oficialista, comiendo pochoclos. Pero no: la oposición está en la platea de a ratos peleándose tanto como los actores del escenario y tirándose con las palomitas de maíz. Las consecuencias ya las sabemos.
Macri y Cristina, con pocos días de diferencia, le han dicho a sus respectivas coaliciones algo semejante: que la unidad no es lo importante, sino mantener la pureza ideológica y actitudinal. “Qué curiosa coincidencia!” rezaba un sketch de Les Luthiers. Es la gran apuesta de muchos actores de la política contemporánea en todo el mundo: reforzar la identidad tribal de minorías intensas, bajo el supuesto de que así el debate se polariza entre radicalizados que licúan a sus socios moderados, ganando protagonismo en el juego del blanco – negro. Como lo hemos apuntado en más de una oportunidad en esta columna, esa estrategia tiene ventajas obvias, pero también dos grandes problemas: 1) si los moderados tienen la estrategia adecuada, los halcones quedan desairados, y 2) en un contexto de alta participación electoral como sucede habitualmente en la Argentina, donde los moderados independientes son el Santo Grial, las elecciones se ganan en el centro (Macri 2015, los Fernández 2019).
Dicho esto, más allá de lo que nos muestran los estudios de opinión pública, siempre es interesante verificar el clima de época a partir de datos muy parciales sobre algunos comportamientos electorales en algunos colectivos. Veamos estos datos:
• La Cámpora retrocedió posiciones en las elecciones de los centros de estudiantes de la UBA, y en las universidades de La Plata y Rosario;
• Ganó la oposición en el Colegio Público de Abogados de la CABA de la mano de Gil Lavedra;
• la elección de representantes de los jueces y abogados al Consejo de la Magistratura, donde se impusieron quienes no están alineados con el kirchnerismo;
• Al intendente camporista de Ushuaia, Martín Vuoto, le fue mal en la elección para reformar la Carta Orgánica municipal que le hubiese permitido la re-reelección.
Con justicia alguien podría decir que estos indicadores no sirven, ya que son mayormente núcleos de clase media y alta, profesionales, tradicionalmente no peronistas. Es absolutamente cierto. Pero La Cámpora había avanzado oportunamente entre el público universitario y ahora retrocede. Lo mismo respecto al kirchnerismo en el ámbito de los abogados y magistrados. Lo de Ushuaia solo viene a ratificar que el discurso de Milei sobre “la casta” tiene asidero: el rechazo mayoritario a los que se quieren atornillar al poder y mutan las prioridades ciudadanas por sus intereses políticos personales. Nada de esto hace primavera, pero se van sumando las golondrinas.
La ola viene de cambio para 2023, sin duda. La pregunta ahora pasa a ser quién sintoniza mejor con esa demanda de cambio, que no es para nada homogénea. Por lo tanto, nada debe ser descartado en este largo tránsito. Quedan 13 meses para inscribir candidaturas y 15 para votar en las PASO, si se mantiene el actual cronograma electoral. Pero, aunque parezca mentira, nadie está en condiciones de asegurar cómo se compondrá el damero de fuerzas en pugna. ¿Serán el esquema clásico de dos grandes coaliciones con laderos a derecha e izquierda? ¿Serán cinco actores, sumado un peronismo de tercera vía, no K? ¿Serán tres grandes actores, pero no los conocidos hasta acá, sino el kirchnerismo ultra, la derecha ultra con parte de JxC, y una nueva coalición de moderados de ambos bandos? Así de líquida es la política argentina en estos meses, alimentada por la incertidumbre económica, la cual realimenta la incertidumbre de la política en una espiralización del circulo vicioso.
La última vez que tuvimos un censo, ese día falleció inesperadamente Néstor Kirchner, quien venía trabajando pacientemente su candidatura para 2011, en el famoso esquema “ahora vos, después yo y así vamos”. Seguramente Alberto lo recordará con cariño y nostalgia. Pero también recordará que hoy 18 de mayo se cumplen 3 años desde que Cristina anunció que él sería su candidato a presidente, justo el Día de la Escarapela. Casi una broma de la historia: solemos referirnos al día de la Escarapela para situaciones que difícilmente sucedan. Pero difícilmente no significa nunca.
Lo que no queda tan claro es si ahora Alberto recordará aquella fecha con el mismo cariño y nostalgia con que seguro recuerda a Néstor.
PD: como siempre digo, yo escribo esta columna, pero la inspiración es un entramado de conversaciones con gente más inteligente que yo, que van señalando enfoques y matices alternativos. En este caso, el mérito del título de esta nota es enteramente del amigo Pascual Albanese.
Carlos Fara para @7 Miradas