Una vez más, nos encontramos en la Semana Social aquí en Mar del Plata, viniendo desde de distintos rincones de la Patria y de diversas experiencias sociales y eclesiales, para reafirmar que el valor del trabajo es clave para cualquier proyecto de ecología integral, para el desarrollo de toda persona; de una economía de comunión, y de la promoción y dignidad de todos y muy especialmente de los más pobres.
Nos han conmovido algunas afirmaciones surgidas de paneles y expositores, de las mesas de trabajo y sus participantes: “el grado de desigualdad social en que estamos sumergidos es muy grande y peligrosísimo para nuestro país”. Escuchamos la necesidad de direccionar la economía hacia un modelo que abandone la especulación y estimule la cadena de valor y la producción, con cambios en el sistema impositivo para salir del esquema “confiscatorio que padecemos”; tener presente que “son los trabajadores quienes crean la riqueza y no la riqueza quien crea trabajadores”; la necesidad de “hacer un pacto para cambiar la economía actual y dar un alma a la
economía del mañana”; en el desafío laboral y social de la tecno-economía el nuevo paradigma debe servir a la promoción humana y la dignidad del trabajo antes que a la reproducción de nuevas formas de descarte de los trabajadores.
Todas ellas ponen de manifiesto que “la cuestión del trabajo” es urgente y no solo para alcanzar el salario mínimo vital y móvil, que ya en sí mismo es un asunto de justicia, sino además porque el trabajo de todas y de todos es fundamental para estructurar la vida y el desarrollo integral de cada persona, de la familia, y de la Patria.
Hemos comprendido que no alcanza relacionar al trabajo sólo con el capital, sino también y fundamentalmente con la persona, su dignidad y su desarrollo y esto no debería ser un objetivo declamado sino una realidad deseada, buscada y vivida por todos y para todos.
Además, creemos que el cuidado del trabajo y la vida digna en la Casa Común Latinoamericana, tal como lo señala el Papa Francisco en Laudato Si, es un llamado inminente a custodiar el hábitat como un legado a preservar de la acción predatoria llevada adelante por el capitalismo de base extractivista, que contamina las aguas, que
promueve la tala indiscriminada de árboles sin reparar en las consecuencias climáticas, que degrada los suelos y pone la vida en peligro mediante el uso excesivo de agrotóxicos.
En este sentido, nos unimos fraternalmente a los esfuerzos que está haciendo la Iglesia Particular de Neuquén que, junto a su obispo, en estos días han emprendido una fuerte defensa de los bienes de la tierra, especialmente del agua.
Queremos también decir, que nos ha dado mucha esperanza escuchar a los jóvenes que, en su espacio propio, han reflexionado de modo muy propositivo sobre la ecología integral, la preocupación solidaria por los más vulnerables, descartados y descartadas y reconocemos en ellos que no son sólo el futuro, ya son el presente y tienen palabras que debemos escuchar y una enorme generosidad para transformar la realidad. Sólo necesitan que les demos más espacio real tanto en los lugares de reflexión como así también en aquellos donde se decide, planifica y actúa.
Por todo esto y como pastores a los que se nos confió la tarea de animar la pastoral social del Episcopado Argentino es que humildemente les pedimos a todos los actores sociales: al Estado, los empresarios, los sindicalistas, los movimientos populares, la dirigencia política, las universidades y organismos de ciencia y técnica, etc. que nos comprometamos en un dialogo responsable y creativo , pensando fundamentalmente en el Bien Común de la Patria, donde no dejemos de poner los mejores esfuerzos personales e institucionales para revertir esta difícil situación social de presente y de futuro en la que nos encontramos.
Todos estamos llamados, todos somos necesarios para construir una Patria de hermanas y hermanos, nadie puede quedar afuera de la mesa de la vida.
¡No nos dejemos robar la alegría del trabajo!
San Cayetano, ruega por nosotros!
Y que María de Luján sostenga a nuestro pueblo argentino, peregrino y solidario, que tanto se confía a ella y a Su Hijo nuestro Señor Jesús.
Comisión Episcopal de Pastoral Social