
El misterio del mecanismo de Anticitera podría haber sido un simple juguete griego.
Un estudio argentino desafía el mito del «primer ordenador analógico» y sugiere que el artefacto más emblemático de la antigua Grecia tenía un propósito decorativo o lúdico.
Un equipo de investigadores de la Universidad Nacional de Mar del Plata cuestiona la utilidad científica del famoso mecanismo de Anticitera, argumentando que sus defectos mecánicos lo hacían inoperativo como herramienta astronómica. ¿El legado tecnológico más celebrado de la Antigüedad no era más que un adorno?
Desde su descubrimiento en 1901 en las profundidades del mar Egeo, el mecanismo de Anticitera ha sido exaltado como un prodigio de ingeniería griega, capaz de predecir eclipses y calcular movimientos celestes con una precisión asombrosa para su época. Por más de un siglo, este artefacto ha sido considerado por muchos como el primer ordenador analógico de la historia, un dispositivo avanzado que reflejaba el alto nivel de conocimiento matemático y técnico de la antigua Grecia.
Sin embargo, un nuevo estudio realizado por dos investigadores de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Mar del Plata está generando ondas en el mundo académico al proponer una interpretación radicalmente diferente. Según los científicos Esteban Guillermo Szigety y Gustavo Francisco Arenas, el mecanismo podría no haber tenido una función práctica, sino más bien simbólica, educativa o incluso recreativa. Esta hipótesis surge luego de realizar simulaciones computacionales sobre los engranajes del dispositivo, centrándose especialmente en la forma triangular de los dientes de bronce.
Sus resultados indican que dicha geometría, aunque parezca avanzada a simple vista, habría generado errores mecánicos constantes. La fricción entre los componentes y la imprecisión en la transmisión del movimiento habrían provocado atascamientos frecuentes, imposibilitando su uso como herramienta funcional para cálculos astronómicos. “Si alguien intentaba girarlo manualmente, probablemente se habría trabado”, asegura uno de los autores del estudio. Esta observación plantea serias dudas sobre si realmente pudo haber sido utilizado para hacer predicciones astronómicas con exactitud.
Pero esta no es la única teoría que rodea al enigmático objeto. A lo largo de los años, diferentes expertos han presentado diversas interpretaciones sobre el propósito del mecanismo. Algunos lo ven como un sofisticado instrumento astronómico, diseñado para seguir ciclos solares y lunares, e incluso para anticipar eclipses con notable precisión. Otras teorías sostienen que podría haber funcionado como un calendario certero basado en el complejo sistema lunar, útil tanto para navegantes como para sacerdotes encargados de organizar festividades religiosas.
También ha surgido la posibilidad de que no fuera solo un aparato científico, sino parte de una tradición pedagógica griega. Es decir, que haya sido creado con fines didácticos: enseñar a estudiantes o a miembros de la élite política y religiosa cómo funcionaban los cielos, sin necesariamente requerir una operación precisa. En este sentido, su intrincado diseño habría servido para impresionar visualmente tanto como para ilustrar conceptos abstractos.
Una corriente menos difundida, aunque no menos interesante, propone que el mecanismo pudiera haber tenido un valor puramente ornamental o ritual. Sería entonces un objeto ceremonial, destinado a exhibirse en templos o palacios, más que un instrumento práctico. Su elaboración artística, sumada a la riqueza del material utilizado, respaldaría esta idea. Incluso hay quienes especulan que podría haber sido un regalo exclusivo para algún rey o aristócrata, como símbolo de poder y conocimiento.
La controversia aumenta cuando se tiene en cuenta que únicamente se conservan fragmentos del original. Esto significa que cualquier reconstrucción moderna —por más avanzada que sea— siempre incluye un grado significativo de especulación. “No tenemos el modelo completo, ni sabemos exactamente cuántas piezas tenía originalmente ni cómo estaban dispuestas”, señalan los investigadores. Por eso insisten en que sería prudente revisar algunas creencias asumidas durante décadas sin contrastarlas con pruebas experimentales sólidas.
A pesar de los cuestionamientos, nadie pone en duda la complejidad técnica del mecanismo ni su relevancia histórica. Lo que buscan destacar los científicos argentinos es que tal vez la admiración hacia el dispositivo haya llevado a sobreestimar su eficiencia como herramienta astronómica. No niegan su importancia, sino que invitan a explorar otras posibles funciones, igualmente valiosas, aunque distintas a las habitualmente aceptadas.
El mecanismo de Anticitera continúa siendo uno de los objetos más intrigantes de la arqueología mundial. Fuente de inspiración para historiadores, ingenieros, filósofos y artistas, representa una ventana al pensamiento científico y tecnológico de la antigua Grecia. Ahora, con este nuevo estudio, se abre un debate que promete durar décadas: ¿realmente fue un instrumento preciso de cálculo astronómico, o más bien un objeto de belleza y simbolismo cuyo funcionamiento práctico fue secundario?
Más allá de las conclusiones técnicas, lo cierto es que el mecanismo sigue demostrando su capacidad para sorprendernos. Ya sea como un precursor de la tecnología moderna, como un instrumento didáctico o como un relicario decorativo, su misterio perdura. Y quizás, justamente eso sea su mayor legado: recordarnos que la historia rara vez es lineal, y que cada nueva interpretación nos acerca, lentamente, a la verdad oculta tras las piezas de bronce corroído.
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