Austral Compañía Argentina de Transportes Aéreos fue fundada en 1957, dos años después de la caída del régimen peronista que restringía la actividad de las empresas de transporte aéreo de capitales privados. Su primera aeronave, un Curtiss Commando veterano de la Segunda Guerra Mundial, fue adquirido por USD 120,000, seguido por dos aparatos similares por USD 270,000. A pesar de obtener una concesión para vuelos de carga entre Buenos Aires y Miami, las autoridades estadounidenses no otorgaron los permisos necesarios. La empresa inició servicios regulares el 23 de enero de 1958, con una frecuencia diaria desde Buenos Aires a Bahía Blanca, Trelew y Comodoro Rivadavia, y pronto agregó una ruta a Río Gallegos. En enero de 1959, el avión LV-GED se estrelló frente a la costa de Mar del Plata, causando la muerte de 51 personas, pero la tragedia no desmotivó a Austral.
El 16 de enero de 1959, se produjo una tragedia aérea en la ciudad de Mar del Plata que dejó como saldo 51 personas fallecidas y un solo sobreviviente. Era una noche de tormenta en la que un avión Curtis, perteneciente a Austral, se estrelló contra el mar. La mayoría de los pasajeros se encontraba tensa y con miedo debido a los fuertes sacudones que sufría la aeronave en medio de la tempestad, pero algunos intentaban mantener la calma. Entre ellos se encontraba Roberto Servente, quien había tomado el vuelo para pasar el fin de semana con su familia en la playa.
El piloto intentó aterrizar en el aeropuerto de Camet, pero al no encontrar las condiciones adecuadas, decidió dar una vuelta sobre el mar para intentarlo nuevamente. Durante esta maniobra, una de las alas tocó las aguas embravecidas y el avión se estrelló contra el mar. Todos los pasajeros murieron desnucados, a excepción de Roberto, quien estaba sentado en uno de los últimos asientos y logró sobrevivir gracias a que llevaba el cinturón de seguridad firmemente ajustado.
Roberto vio cómo el agua empezaba a entrar en la cabina, produciendo un efecto extraño con las luces internas todavía encendidas. Una vez que el agua llegó donde él estaba, se desabrochó el cinturón y entró en el agua fría. Se dejó llevar por el oleaje y logró mantenerse a flote a pesar de sus lesiones. Una vez que la cola del avión se hundió, se quedó solo en medio de la tormenta, escuchando los truenos y el oleaje poco amistoso.
Su mente de ingeniero y su instinto lo llevaron a evaluar la situación y tomar decisiones. Cuando las olas lo subían, lograba divisar muy a lo lejos una luz y supuso que podía ser un barco pesquero aprovechando las aguas revueltas. Pensó que estaba cerca de la costa y que el oleaje lo llevaría hacia ella. Decidió acompañar las olas y empezó a nadar ayudado por las mismas.
Roberto tenía la clavícula rota, dos costillas y una pierna fracturadas, y una gran herida en la frente. Se sacó el saco y trató de sacarse los zapatos, pero no pudo deshacer el nudo de los cordones hinchados por el agua de mar. Nadó durante varias horas, en las que se quedaba dormido y se despertaba asustado tragando agua. Para distraerse, pensaba en las capas del subsuelo marino y en las propiedades físicas del agua.
Finalmente, logró divisar una luz más cercana y supo que se encontraba cerca de la costa. Logró llegar a la playa de Camet, donde fue encontrado por un guardavida y trasladado al hospital. Su recuperación fue larga y difícil, pero finalmente logró recuperarse.
La tragedia del Curtis conmovió a todo el país y dejó una marca indeleble en la historia de Mar del Plata. ¿Conocías esta historia?
NMDQ – Fuente de la nota: https://posdatadigital.press/contenido/5111/la-noche-que-mar-del-plata-no-durmio