
Si uno se acerca a Mar del Plata desde el norte, siguiendo la costa, se encontrará con una gran edificación que se emplaza justo en una curva frente al mar que se dice que alberga historias fantásticas.
El Instituto Unzué de Mar del Plata es un edificio icónico en la ciudad por su impresionante arquitectura y su interesante historia. Construido en 1910 por Saturnino Unzue, aristócrata y presidente del Jockey Club, el edificio fue donado en memoria de su padre para albergar, educar y asistir a 350 niñas huérfanas de familias aristocráticas.
A comienzo del siglo pasado, las hermanas Concepción Unzué de Casares y María de los Remedios Unzué de Alvear encargaron la construcción del edificio en honor a su padre, Saturnino Unzué, al arquitecto Louis Faure Dujarric. El asilo para huérfanas, pobres y desamparadas comenzaría a funcionar en 1912.
A partir de entonces, el lugar fue cambiando de nombre. En 1948, la Fundación Eva Perón, que asumió el manejo de la institución, lo llamó Hogar Saturnino Unzué y, luego del golpe de 1955, pasó a denominarse Instituto Saturnino Unzué.

Durante mucho tiempo, el asilo estuvo abandonado hasta que en 1997 fue declarado Monumento Histórico Nacional. En 2005, se inició su restauración y se decidió darle una nueva función como centro cultural abierto a la comunidad, rebautizándolo como Espacio Unzué. Desde 2013, alberga exposiciones permanentes y actividades.
El lugar está construido en forma de 8, un número que se repite en la decoración y en el templo del instituto. El oratorio, que es el lugar más bello del edificio, tiene un Cristo sobre láminas de oro que se refleja de una manera muy brillante con la luz de los vitrales policromados. También hay un púlpito de mármol trabajado mediante relieves que combina exquisitamente figuras paganas y cristianas.
Aunque hay páginas en la web donde algunas pupilas del asilo Unzué lo recuerdan con cariño, hay comentarios sobre el lugar, que alimenta las historias de fantasmas y misterios. Muchos turistas visitan el lugar en busca de estas historias.

A pesar de su noble propósito, el instituto se habría convertido en un lugar sombrío y misterioso, donde las jóvenes enviadas allí para ocultar embarazos no deseados sufrían en silencio. Se dice que aún se pueden escuchar los llantos de un bebé y de una mujer desesperada, así como las risas de niños y niñas en el edificio.
Desde 2013 el Espacio Unzué funciona en la parte remodelada, pero un sector del antiguo asilo aún se encuentra en reparación. Esa zona no recibe la visita de personas, ya que no es segura para su uso. Algunos aseguran sentir presencias y ruidos extraños que provienen de allí, antes destinado al esparcimiento de las internas.
En sus comienzos, el asilo albergaba huérfanas que estaban al cuidado de monjas y curas, y se rumorea que las familias de la aristocracia enviaban a sus hijas embarazadas y solteras a permanecer allí durante toda la gestación. Según la leyenda, en el asilo pasaron muchas cosas, incluyendo un caso en 1927 donde una monja fue violada por un capellán en el oratorio de la Inmaculada Concepción y luego escondida en un túnel subterráneo del Instituto. Se dice que la monja quedó embarazada y dio a luz a un bebé, que aún llora todas las noches desde el túnel, intercalándose con los gritos punzantes de la monja.
Los serenos y algunas de las mujeres que se albergaron en el asilo durante aquellos años han confirmado esta historia. Según los cuidadores, por la noche, el clima interno del Unzué cambia y la ronda de las tres de la mañana es la peor. Se escuchan risas de muchachas, cajitas musicales, el chillar de un bebé, puertas que se abren y cierran, y camas que se arrastran.

El mármol, el viento frío soplando desde el mar, el oratorio estilo bizantino, las imágenes religiosas, los huérfanos y las jóvenes de la aristocracia embarazadas dan la idea de que detrás de esos muros despellejados por el tiempo se esconden muchas historias fascinantes.
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